BREVE HISTORIA
Las primeras referencias históricas al enclave de
Uncastillo datan de los inicios del siglo X, momento en que bajo dominio del
rey pamplonés Sancho Garcés I fue construida la fortaleza que da nombre a la
Villa. Como enclave fronterizo frente a los musulmanes, Uncastillo tuvo un
papel decisivo en el proceso de la reconquista cristiana, siendo en el ultimo
tercio del siglo X escenario de ataques importantes dirigidos por el propio
Califa Abd Alarman III o Almanzor.
Tras un nuevo impulso dado a la frontera por Sancho III el Mayor, el Reino de Aragón comenzó su andadura con Ramiro I. El primer monarca Aragonés y sus sucesores fueron ganando territorio a los musulmanes y consolidaron la frontera con nuevas construcciones. Las fortalezas más septentrionales fueron perdiendo su importancia aunque Uncastillo adquirió un nuevo valor estratégico en relación a Navarra. En el siglo XII Uncastillo vivió un periodo de esplendor que ha quedado reflejado en las seis iglesias románicas que conserva la Villa. Debido a este momento de esplendor religioso, cultural, socioeconómico y artístico Uncastillo experimento en esta época un profundo desarrollo urbanístico cuya estructura apenas ha sido modificada desde entonces conservando así todo su sabor medieval.
A mediados del siglo XVI la Villa volvió a vivir momentos de esplendor económico y cultural. Nuevas construcciones monumentales como el Ayuntamiento confirman este renacimiento. En 1543 fue fundado un Estatuto de Artes que llegó a competir con la propia Universidad de Huesca y donde impartió clases el destacado gramático Pedro Simón Abril. A comienzos de este siglo nació el Obispo Pedro Frago Garcés. Autor de Epistolarios y libros religiosos, fue un destacado humanista que estuvo presente en el Concilio de Trento, donde destaco como orador.
El burgo de repoblación de este barrio fue impulsado por Sancho Ramírez a finales del siglo XI. Hay una primera etapa en la edificación de este templo a la que pertenecen la cripta, la porción occidental de la nave y el primer tramo de la torre. Avatares causados por litigios eclesiásticos paralizaron su edificación, habiendo de servir la cripta como templo en precario, hasta que entre 1159 y 1169 y con el impulso del obispo Pedro de Tarroja se acomete el acabado del templo.
Tras un nuevo impulso dado a la frontera por Sancho III el Mayor, el Reino de Aragón comenzó su andadura con Ramiro I. El primer monarca Aragonés y sus sucesores fueron ganando territorio a los musulmanes y consolidaron la frontera con nuevas construcciones. Las fortalezas más septentrionales fueron perdiendo su importancia aunque Uncastillo adquirió un nuevo valor estratégico en relación a Navarra. En el siglo XII Uncastillo vivió un periodo de esplendor que ha quedado reflejado en las seis iglesias románicas que conserva la Villa. Debido a este momento de esplendor religioso, cultural, socioeconómico y artístico Uncastillo experimento en esta época un profundo desarrollo urbanístico cuya estructura apenas ha sido modificada desde entonces conservando así todo su sabor medieval.
A mediados del siglo XVI la Villa volvió a vivir momentos de esplendor económico y cultural. Nuevas construcciones monumentales como el Ayuntamiento confirman este renacimiento. En 1543 fue fundado un Estatuto de Artes que llegó a competir con la propia Universidad de Huesca y donde impartió clases el destacado gramático Pedro Simón Abril. A comienzos de este siglo nació el Obispo Pedro Frago Garcés. Autor de Epistolarios y libros religiosos, fue un destacado humanista que estuvo presente en el Concilio de Trento, donde destaco como orador.
El burgo de repoblación de este barrio fue impulsado por Sancho Ramírez a finales del siglo XI. Hay una primera etapa en la edificación de este templo a la que pertenecen la cripta, la porción occidental de la nave y el primer tramo de la torre. Avatares causados por litigios eclesiásticos paralizaron su edificación, habiendo de servir la cripta como templo en precario, hasta que entre 1159 y 1169 y con el impulso del obispo Pedro de Tarroja se acomete el acabado del templo.
DESCRICIÓN
En la margen derecha del río Cadena, aguas
arriba de la iglesia de San Juan y más disimulada entre el caserío circundante se
encuentra la iglesia San Felices, románica del siglo XII. Es de nave única con
torre adosada a sus pies y cripta bajo la cabecera para salvar el desnivel del
terreno. Dicha cripta cuenta con acceso propio desde el lado sur.
La iglesia de San Felices, conocida
también como del Remedio, está enclavada no demasiado lejos del risco donde se
levanta la iglesia de San Juan -de la que se supone una posible pertenencia en
tiempos a la Orden del Temple- está fechada, aproximadamente, a finales del
siglo XII. Aparte de la torre, terminada en forma de tejadillo cónico más
propio de las iglesias románicas pirenaicas, aún conserva algunos interesantes
elementos de su estructura románica original, pues se sabe que, entre otras,
fue reformada en el siglo XVI. Dentro de estos elementos, cabe mencionar la
pequeña cripta que, independiente de la nave, algunos historiadores entienden
más como un recurso arquitectónico circunstancial, encaminado a salvar el
desnivel del terreno donde se levanta el templo, que como lugar dedicado
propiamente al culto de algún santo o santa devotos de la época. Y por
supuesto, dignos de mención, los elementos más relevantes del conjunto: las dos
portadas, situadas en las fachadas norte y sur respectivamente.
En efecto, llama sobre todo la atención,
la iconografía de la portada sur, que esmeradamente elaborada -aunque el tiempo
no ha sido todo lo justo que cabría esperar-, representa el martirio del santo,
otorgando un gran dramatismo a la escena, la visión de éste siendo arrastrado
por un caballo, que ofrece suficiente testimonio de la brutalidad de otras
épocas.
Por el contrario, en la portada norte
-tapiada, y por consiguiente fuera de uso posiblemente desde hace muchos años-
se encuentra uno de los motivos más abundantes en la zona -aunque no por ello,
menos interesantes- que, aparte de sus orígenes, conlleva el detalle de que fue
un símbolo muy utilizado como señal o marca de identidad por numerosos maestros
y gremios canteros medievales: el Crismón.
Tìpica de la zona es, así mismo, la
reproducción del Crismón -denominado, en este caso, trinitario-
que se representa con la escolta de sendos ángeles, en el que llama
poderosamente la atención la posición, en cada uno de ellos, de una de sus
alas, de tal manera, que llegan a formar una especie de corona por encima del
orbe del Crismón.